Color Morado
Por Jorge Elbaum
Ahí vienen, pibe… correte, poque te pasan por encima.
Quienes sintieron alguna vez la sensibilidad de dolor sufrido por ellas. Y quienes se asumieron –como decía Husserl—como simples funcionarios de una humanidad a ser construida, no pueden hacerse los otarios acerca de lo que viene pujando como un sortilegio de innovación social de tono cósmico y arrasador.
Toda esa furia acumulada –producto del intento de la inferiorización y del desprecio–, ese sojuzgamiento ancestral, esas horas de encierro doméstico, ese trabajo nunca abonado, nos conmina a desfibrilar los ojos.
Enhorabuena: habrá que desaprender(nos), reconstruirnos con ellas.
Porque vienen corriendo de atrás. Y si no te enteraste te aclaro que son serpentinas de una trayectoria lúcida en combate contra el lomo naturalizado del mundo.
Arrancaron desde el fondo, son una forma acumulada, esparcida, hermosamente desordenada, compuesta por expresiones silenciadas y/o desoídas.
Las cenizas de las brujas de Salem tejieron su constelación de aquelarre quemado. Ellas bebieron sus lágrimas de sangre y cantaron sus plegarias desgarradas.
Tenemos la azarosa suerte de ser contemporáneos de un aullido ancestral cuyo sonido es un alarde de belleza social colectivizada.
Son la cepa más actual de una sincopada forma de traer esperanza al mundo.
Ahí vienen: me emocionan. Son mi vieja cocinando a cualquier hora.
Son las minas que fueron violadas.
Son las torturadas en la ESMA.
Son las Madres y las abuelas de la Plaza de Mayo.
Son las putas, las guerrilleras. Las lesbianas orgullosas.
Las que no aceptaron los designios de la feminidad hegemónica.
Las que se apropiaron de sus cuerpos para dotarlos de encuentros de alegrías, cercanía, piel y placeres.
Las que te escupen cuando las prepoteás en las calles.
Las que te parten una botella en la cabeza cuando les tocas el culo sin su autorización.
Las que eligieron su vuelo en contra de la voluntad putrefacta y perversa de la hegemonía patriarcal.
Las que se cagaron en las versiones edulcoradas de una debilidad impuesta.
Las que enseñan rebeldía mientras miran por sobre el rabillo de su tejido de palabras, relatos y sabores.
Las que dicen que NO y se la bancan incluso cuando el horror busca apuñalarlas.
Entre ellas están las militantes de género. Esas que le ponen una pátina de fulgor a un activismo social que incomoda, repugna y desespera al machito cobarde
Ahí vienen, pibe… correte, porque te pasan por encima.